El siguiente hecho sucedió en la batalla de Ayohúma, a poco de tocarse la retirada.
"... Esto dio lugar a que los restos de nuestros infantes, que huían en muchas direcciones, se fuesen replegando hacia el general Belgrano, que había enarbolado la bandera del ejército en la falda de unas lomas ásperas y pedregosas que no ofrecían sino senderos difíciles. Esto sucedía a distancia de cerca de media legua del campo de batalla, y para proteger la reunión tuvo orden la caballería de sostener el paso de un arroyo, cinco o seis cuadras más allá del punto en donde se hacía el cruce. Para cumplir esta orden se presentó el coronel don Cornelio Zelaya, que tomó el mando de ochenta o noventa hombres de caballería, que era todo lo que había podido reunirse.
Aunque bastante animado de un agente extraño, es digna de todo elogio la bravura que en aquella crítica circunstancia ostentó el tal coronel; parapetados como estábamos, el fuego enemigo hacía estragos entre nosotros, siendo de admirar que al coronel Zelaya, que era el único que se conservaba a caballo y que atravesaba del paso del río al corral de piedra y del corral al paso, no lo tocase una bala, como tampoco a su caballo. Entre tanto aquella inesperada resistencia había atraído la atención del enemigo, que había acumulado fuerzas capaces de dar una nueva batalla; la necesidad de abandonar aquel terrible punto se hacía urgente y, sin embargo, el coronel se obstinaba en sostenerlo.
En los actos más solemnes no falta un incidente gracioso que contrasta con la seriedad de aquel, y tal es el que vamos a referir.
Mientras el coronel Zelaya estaba animando a los del corralito, vino orden del general, o así se dijo, para que siguiésemos la retirada. Con ese motivo, el coronel Balcarce mandó montar a caballo, lo que notado por Zelaya, vino corriendo a preguntar a orden de quién se hacía aquello; como Balcarce contestase que de orden del general, repuso Zelaya: "Pues, aunque mande Dios que me retire, no le he de hacer". Herido con este apóstrofe, el pundonoroso Balcarce contestó: "Pues bien, no quiere usted retroceder, vamos a la carga", y acompañando la acción a la voz de mando, picó su caballo. Precisamente, tenía delante de sí un charco pequeño de los que formaba el arroyo que, siendo pantanoso, cuando puso las manos el caballo cayó, dando con el caballero en el agua. Un enorme pellón que usaba el señor Balcarce cayó sobre él, cubriéndolo. El respeto que todos teníamos a este digno jefe no impidió la explosión de risa que causó la aventura.
No obstante, tuvo que ceder(el coronel Zelaya) a las circunstancias, y al fin él mismo mandó la retirada. Nuestra pequeña fuerza la emprendió sin orden, sin formación, por los varios fragosos senderos que se presentaban y que cada uno elegía a su arbitrio.
...
Yo regresé a incorporarme con el coronel Zelaya, que con unos cuantos hombres venía conteniendo al enemigo; estos hombres fueron poco a poco escurriéndose y ganando la delantera, que al cabo de dos leguas de persecución no habíamos quedado con el coronel más oficiales que el capitán Arévalo y yo, y unos quince o veinte hombres de tropa; felizmente, era sólo caballería la que nos perseguía, y la enemiga era tan cobarde que la conteníamos con facilidad en aquellos escabrosos caminos y desfiladeros. Al último, fuera de algunos tiros disparados al acaso, estaba reducida la persecución a una multitud de insultos y dicterios que se decían Zelaya y el coronel enemigo, don Saturnino Castro (el que después fue fusilado por los españoles en Moraya), en que lo menos eran los dictados de porteño cobarde, disparador, y de ladrón, mulato Castro; hasta hubo un desafío personal y singular entre ambos, que no tuvo efecto porque no se les dejaba solos y porque era una majadería que no consentíamos los circunstantes; a nosotros, principalmente nos dañaba, porque entorpecía nuestra marcha.
Al fin se cansó el coronel realista Castro de perseguirnos y gritar, pero el coronel Zelaya no se cansó de hacer ostentación de su poca prisa en retirarse, a pesar de que ya nadie quedaba con él, sino yo y su asistente Humacata; no habíamos andado media legua después que nos dejó el enemigo, cuando se le antojó parar, echar pie a tierra, desenfrenar los caballos y ponerse a comer algunos fiambres que llevaba el honrado asistente, sin dejar de hacer también algunas libaciones, empinando para ello una gruesa bota que él mismo traía. Ya el sol se acercaba al ocaso cuando volvimos a marchar.
José María Paz
Memorias
Hace un año, comenzaba El Zahír.
Aún recuerdo mis primeros pasos. También como comenzó todo, a instancias de La Peor de Todas, quien me dejó escribir mis primeros post, un poco para cuidarle el blog mientras se fue de vacaciones y un mucho para que le agarre el gusto y me decida a empezar.
Algunos post se escriben solos, como el de Chichoni. Pero otros, como La carta de Zinoviev, me obligaron a pasar largo tiempo buscando información; para escribirlo necesitaba aprender más de la época y el contexto histórico.
Y de eso se trata El Zahir, escribir y entre todos aprender.
Agradezco a la gente de Zona Libre, por prestarme el espacio y la herramienta para publicar este blog. Y a todos los que pasan y pasaron, que le dan a este lugar un sabor muy especial. Me gusta saber que ustedes están del otro lado, leyendo.
El 31 de Julio podría entrar en vigencia la ley de Telecomunicaciones Nº 25.873 (aprobada en la última sesión del año 2003) y su decreto reglamentario Nº 1653.
Esta ley obliga a los proveedores de servicios de telecomunicaciones a almacenar toda información filiatoria de sus clientes, y cualquier registro correspondiente a las telecomunicaciones por el plazo de diez años. Es decir, se obliga a los prestadores a guardar llamados, sitios navegados, mails y chats por diez años.
La justificación para la creación de este engendro es "combatir el delito, y a la par servir al esquema de seguridad colectivo de la Nación".
Para empezar, viola el espíritu de un derecho fundamental de la constitución argentina, que es la inviolabilidad de la correspondencia. ¿Ustedes se imaginan al Correo guardando fotocopias de todas las cartas que pasan por sus manos durante diez años?.
Concretamente viola el artículo 19 ("las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública están sólo reservadas a Dios") y el derecho al hábeas data.
Es una ley que privilegia el derecho a vigilar por sobre el derecho a la privacidad.
Además, es un proyecto un tanto difícil de implementar. Todo el costo del almacenamiento de las comunicaciones pasadas recae en los proveedores de servicio. ¿Qué se necesita para guardar 10 años de operaciones?. No todos los proveedores pueden permitirse semejante inversión, costo que necesariamente pasará el usuario.
Por suerte ya se está hablando de derogar este esperpento, o al menos hacer una ley correctiva.
¿Debemos resignar nuestra intimidad para vivir más seguros?.
Si hay una noticia que me ha afectado, es el fallecimiento del Papa.
Juan Pablo II, nació como Karol Wojtyla en Polonia.
El 16 de octubre de 1978 sucedió a Juan Pablo I en el solio pontificio. Fue el primer Papa no italiano desde 1523.
Tal vez uno de los aspectos más recordados de su pontificado son sus innumerables viajes. Para los argentinos, tal vez el viaje más recordado sea el que realizó en 1982, en pleno conflicto de Malvinas. Resultó paradójico que este viaje, que los militares pensaban aprovechar con propósitos de propaganda, marcara el canto del cisne de la dictadura. También visitó otros lugares conflictivos, como Bosnia-Herzegovina. Sin embargo nada de esto se compara con el histórico viaje que realizó a Cuba, del 21 al 25 de Enero de 1998. En sus distintas apariciones ante multitudes de fieles, habló de temas tan dispares como derechos humanos, los exiliados, la educación, o el bloqueo norteamericano a las isla, al que consideró como inaceptable. En el año 2000 realizó la peregrinación a Tierra Santa.
Sus actividades ecuménicas estuvieron orientadas a reunir a la comunidad cristiana, dividida luego de distintos cismas. En un acto sin precedentes, el 18 de Enero del año 2000 abrió la puerta de la basílica de San Pablo junto con George Carey, jefe de la Iglesia Anglicana, y el metropolitano Atanasio, jefe de la Iglesia Ortodoxa, a los que siguieron representantes de otras 22 iglesias cristianas. Esto simbolizó la reconciliación ecuménica del cristianismo.
Difundió sus ideas a través de sus muy conocidas encíclicas, promulgó un nuevo Código Canónico y en 1992 cambió el catecismo de la Iglesia Católica.
Fue un férreo opositor de la secularización, es decir que los religiosos ocupasen cargos públicos o que la Iglesia participase en la política. Prefirió redefinir las responsabilidades de laicos, sacerdotes y las órdenes religiosas. Ratificó el celibato y rechazó el ordenamiento de mujeres.
Sin duda los aspectos más controvertidos de su gestión esten en lo social, donde aplicó criterios claramente conservadores. Su férrea oposición a toda forma de control de natalidad o al aborto son sólo dos muestras.
Conciliador, controvertido, audaz, cambió la imagen que el mundo tenía del papado y fue uno de los personajes más relevantes de fines del siglo XX. Con sus aciertos y errores, tal vez de lo único que podemos acusar a este Papa es justamente su mayor virtud: de ser humano.