Caminante no hay camino
se hace camino al andar
caminante no hay camino
sino estelas en la mar.
Finalmente decidí partir.
Mi nuevo hogar será la ciudad de Viedma, provincia de Río Negro.
Dejo muchas cosas atrás. Y a mucha gente querida. Pero necesito otro aire. Nuevos proyectos, una propuesta superadora. Salir al ruedo.
A veces las cirscuntancias te pueden. "Es lo que hay". Ajo y agua. Pero si tengo los medios para cambiar mi historia, sería muy tonto no hacerlo. Como tener un billete ganador de lotería y no ir a cobrarlo.
Esto para mí es un nuevo comienzo.
Un montón de sensaciones confluyen en mí. Miedo escénico. Expectativa ante este nuevo desafío.
¿Será Viedma mi Shangri-La?
El llamado
Cabalgando sobre mis expectativas viajé esa mañana para la entrevista. La empresa es ampliamente conocida en la comunidad IT de la Patagonia argentina.
Mis expectativas se vieron colmadas. La propuesta de trabajo es muy buena, mejor de lo que esperaba. La gente que me entrevistó es muy seria. Evaluaron como muy positiva mi experiencia en recursos humanos, administración pública y tecnología .net (en la que recientemente me estuve capacitando).
Presentarme al gerente de sistemas significó que había superado los filtros y estaba frente al hombre. Y cuando al dar por terminada la entrevista, dijo "tenés un muy buen currículum" de alguna forma intuí que largaba con ventaja.
La convocatoria
Tres semanas duró la espera, pero finalmente fui seleccionado para el puesto. Incluso mejoraron la oferta salarial que me habían hecho.
La decisión
¿Mejor malo conocido o bueno por conocer?. La elección que parece tan trivial no lo es tanto. De un lado una ciudad que conozco bien, un círculo social, mi familia y la sociedad de la que formo parte. Por el otro, una oportunidad de crecer profesionalmente, un nuevo comienzo, un horizonte de oportunidades lejos de mi tierra.
Jaque.
Estoy cansado.
Estoy harto de mi trabajo.
Estoy cansado de programar así, emparchando y atando todo con alambre. Estoy harto de que todo sea para ayer, todo queme, siempre urgente. De programar "a lo que venga", descartando soluciones óptimas en pos de las que insuman menor tiempo de desarrollo, sin planificar nada. Acá la expresión "arquitecto de software" no la conocemos ni de nombre. Todo se improvisa, con mayor o menor grado de fortuna.
En nuestra "software factory" todos estamos igual. Podridos. Y esto es un problema. La gente habla mal de la empresa, de los que la dirigen, hay "mala onda". Hay reuniones, comentarios, corrillos. Y estoy cansado de ese clima, harto de ser rehén de esos rumores de guerra. Somos como un ejército derrotado, tal vez la "gastada procesión" de la que hablaba John Dryden.
Nuestro lugar de trabajo es cualquier cosa. Es una casa, bien lejos del centro. Estamos apiñados como sardinas en lata. En invierno nos congelamos y en verano la inversa. Somos demasiadas personas conviviendo en un ámbito muy reducido.
Lo peor de todo, es que no hay perspectivas de cambio. Siempre va a ser así, per secula seculorum. Ad nauseam.
Todas estas cosas, aunque no lo quiera, me afectan. Me sacan las ganas de hacer cosas.
El trigger
Me mandaron a trabajar a otra empresa, por varios meses.
El lugar de trabajo es fantástico. Es una oficina moderna, amplia, muy bien montada.
Pero lo que realmente me mató es el clima laboral. La gente viene a trabajar de buen talante, despiertos, y aparentemente conformes con el destino que les tocó en suerte.
Necesito irme. La vida no espera.