En diciembre de 1914, la contienda estaba en un virtual impasse. Los germanos no habían podido tomar París, y en su posterior carrera hacia la costa se habían encontrado con la férrea resistencia anglo-belga en torno al pueblo de Ypres.
El Papa formuló un dramático llamamiento a la paz, el cual no fue tenido en cuenta por los beligerantes.
El 24 de diciembre circuló la siguiente orden entre los batallones ingleses: "Informes fidedignos indican como posible que el enemigo planee un ataque para las noches de Navidad o Año Nuevo. Se debe mantener una vigilancia especial en esas fechas".
Los germanos tenían la costumbre de llevar árboles de Navidad a sus casas y adornarlos (no era tan común como es hoy). Para esa Navidad en particular el ejército envió arbolitos a todas las tropas del frente. El regimiento alemán de Guardias Sajones(católicos) tenían varios de estos arbolitos. Del otro lado, los hombres del segundo regimiento de guardias escoceses, al ver las luces, pensaron que era el preludio del tan esperado ataque y empezaron a disparar. Sin embargo se encontraron con algo desconcertante: los supuestos atacantes no respondían el fuego. Y así en la noche del 24, se dio un fenómeno que los testigos aún recuerdan: el frente estaba en total silencio. Solo se oían esporádicos cantos navideños provenientes del lado germano.
Pero el asombro no terminaba ahí. Más tarde, los azorados escoceses oyeron voces que los llamaban desde el lado germano, en un inglés con un fuerte acento. La propuesta que gritaban los soldados era muy sencilla:
"You no shoot, we no shoot." (si ustedes no disparan, nosotros no disparamos).
En general, los alemanes encabezaban las informales propuestas de paz. En otros lugares del frente los soldados desplegaban carteles con la leyenda "Merry Christmas"(feliz navidad). Algunos soldados alemanes se animaron a salir al descubierto, en la noche, para intercambiar cigarros o chocolates con los asombrados ingleses. En general, primero se pactó una pausa para recoger a los caídos que estaban en la tierra de nadie, y luego confraternizar.
Al despuntar el día 25 los oficiales de los batallones no daban crédito a sus ojos. En la tierra de nadie decenas de soldados espontaneamente salían de las trincheras, totalmente desarmados, para estrechar las manos de sus enemigos e intercambiar todo tipo de obsequios: chocolates, cigarros, botones, cerveza, cognac, diarios, incluso fotografías familiares. Incluso el regimiento de Sajones le regaló a los escoceses un tonel de cerveza, en muestra de buena voluntad. Llegaron a organizarse varios partidos de fútbol, con pelotas verdaderas o improvisadas con lo que fuese.
La tregua siguió durante toda la noche, aunque los altos mandos, al enterarse, dieron orden de terminar con la confraternización(aunque muchos oficiales hicieron la vista gorda).
La mañana del 26 terminó la tregua. En algunos lugares duró incluso hasta fin de año.
Esta es una historia extraña, única, aunque esperemos no irrepetible. La primera guerra mundial fue un verdadero holocausto; el primer día de la batalla del Somme(1916) los ingleses tuvieron 57.000 bajas, que al culminar la ofensiva aumentaron a 400.000, por una ganancia territorial de 11 km.
De las historias que leí de Navidad, esta es la que más me llegó. Tal vez por lo desusado; acaso porque refleja el verdadero espíritu de la Navidad: un momento en el que reina la paz. No para los católicos ni para los musulmanes, sino para todos los hombres de buena voluntad.
El año va llegando a su fin. En lo personal, seguramente es tiempo de reflexiones, de balances. Pero también en lo laboral es tiempo de recapitulaciones. En esta época es común tener que presentar informes sobre seguimiento de proyectos realizados en el año, evaluaciones de desempeño, propuestas para el año venidero, etc.
Para esos momentos en que el verbo brilla por su ausencia.
Para cuando el cursor acusador titile en nuestras pantallas por un largo tiempo.
Para cuando la inspiración muera en nuestros dedos...
¿para qué estoy yo, mis queridos amigos?. En esta nueva sección de servicios a la comunidad les dejo esta reedición de la máquina de hacer discursos. Con ella obtendrán un discurso válido para cualquier actividad. Pomposo, grandilocuente y absolutamente carente de todo significado.
Cuando un hombre y una mujer caminan juntos por la calle existe una convención no escrita en ningún manual pero absolutamente válida: la mujer va del lado de la pared y el hombre del lado de la calle. ¿De dónde viene esta costumbre?.
Me he encontrado con dos explicaciones absolutamente válidas. Les queda a ustedes decidir cuál es la verdadera.
En el Renacimiento, los caballeros solían caminar por la calle con la espada en la cintura. No eran extraños los duelos por las cuestiones más triviales.
La espada solía blandirse con la mano derecha. Si el hombre caminaba del lado de la pared, al desenvainar el sable chocaba con la pared y no tenía espacio para maniobrar. Por lo tanto, si quería proteger el honor de la mujer a quien acompañaba necesariamente debía caminar del lado de la calle.
Otra explicación posible, acaso menos romántica, es la siguiente.
En el Renacimiento la ciudades no contaban con un sistema de cloacas como tenemos hoy. Las personas evacuaban sus necesidades fisiológicas donde y cuando se les ocurría(ver el post anterior). En las casas se usaban orinales, que se vaciaban en las calles, donde se estancaban las aguas servidas. En las cunetas se formaba un barro hediondo, fétido, caldo de cultivo de pestes varias.
Para proteger a la mujer del contacto con el agua estancada, de las miasmas, el hombre caminaba del lado de la calle.
¿Cuál es la explicación que más les gusta?.
Alguna vez hemos escuchado decir "fulano hizo esto sin decir agua va". ¿De dónde viene esta expresión?.
Los romanos daban gran importancia a la salud pública y al uso del agua. Tenían un sistema completo de acueductos, depósitos y cañerías para la distribución del agua; contaban con baños públicos en todas sus ciudades.
Para los romanos el baño llegó a convertirse en un acto social. Construyeron enormes complejos que podrían rivalizar con cualquier spa de hoy. Algunos de ellos podían albergar hasta 2500 personas, como los de Diocleciano o Caracalla.
Hacia el año 500 cayó el imperio romano de Occidente. Roma y otras ciudades fueron saqueadas. Las instalaciones de baños fueron destruídas durante las invasiones y los saqueos.
Comenzaba la Edad Media.
Para los católicos, la exhibición del cuerpo en público era una incitación al pecado, por lo cual el baño era una costumbre mal vista. La gente se bañaba al ser bautizada y pocas veces más. Los ricos se atiborraban de perfumes, y los pobres apestaban. Las disposiciones católicas y las supersticiones llevaron al abandono de toda política sanitaria. Cundieron epidemias y pestes a una escala nunca vista.
Los baños, tan comunes en la época romana no existían más. El proyecto inicial del Palacio de Versalles no contaba con instalación sanitaria alguna. Se volvió común evacuar las necesidades corporales donde y cuando se estuviese.
En las casas se solía usar el orinal, que era un recipiente que contenía los residuos corporales. Pero las viviendas no contaban con un sistema de evacuación de residuos...
Cuando querían deshacerse del contenido del orinal, lo arrojaban a la calle. Era todo una aventura caminar por las calles de noche, que era la hora preferida para esta operación. En la calle solían formarse verdaderos arroyos, repletos de suciedad hedionda.
Como una forma de alertar a los transeúntes, al vaciar el orinal se acostumbraba gritar "agua va!".